lunes, 1 de septiembre de 2008

Comienzas a caminar con toda tu fuerza y juventud y en medio del camino una señal gigante que dice: PARE. Esa arma escondida entre las miradas y los escupitajos llenos de odio e ignorancia que lanzan desde las ventanas, las viejas copuchentas del barrio. Los parásitos que salen de sus bocas castigan a los transeúntes raros, los travestis que le dicen "amiga tiene un cigarro" y a ves en la muchacha que entró al almacén de la esquina que vestía un escote degenerado. Comparten esas sabrosas bacterias en onces eternas con tazas de porcelana pintadas de flores siúticas. Las agrupan y luego las echan a la calle, como soñando que infectarán las "conductas inmorales", y luego perecerán y será todo mejor: una ciudad de gente decente.

Termina por agotar esa arma pasiva, que dispara no teniendo laposibilidad de ser castigada legalmente, y tampoco al individuo que la porta. ¿Cuándo se ha visto un paco llevándose en cana a una vieja parlanchina o a un tiburón machista que vomita por no aceptar lo apropiado, lo moralmente correcto?
Por ahora no queda más que parar, pensar, soñar y fortalecerse. Sueño con el día en que ellos vayan caminando y en medio del camino vean una señal que diga: "PARE, TERRITORIO LIBRE"

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